Los lagartos sacian su sed en las alcantarillas.
Los poetas escriben sonetos innombrables.
Una mujer sin remedio alguno golpea con su locura contra un muro de cemento que en verdad era de arcilla, maleable y frágil como delgado cristal.
Dijiste que ibas a estar porque te necesitaba pero nunca estás aunque te necesite.
El poeta llora solo porque el mundo es una selva y él no entiende sus caminos.
Nadie va estar barriendo las miserias y las tristezas que anida en la ruin envidia, los celos y el afán de posesión.
Nadie es rico en su locura y las hostias caen cuando menos te las esperas.
Nadie, nadie, nadie pondrá su mano en el fuego candente porque ya no queda nadie.
Cuando el absurdo rodea la casa la lluvia es más incesante todavía; y lo dijo Silvio: “vaya forma de saber que aún puede llover sobre mojado”.
La especie se perpetúa porque necesita autoafirmarse pero nada es necesario de per se si no sabemos de dónde venimos y hacia dónde vamos.
Y cuando te quedas solo el insomnio te golpea hasta hacerte sangrar pero no puedes ir a la nevera a vaciarlo todo, ni comprarte cigarrillos que envenenan en un estanco que está vacío e incluso cerrado al público con estúpida necedad.
No son horas de llorar los silencios de la larga agónica noche y nadie es bueno gratuitamente cuando la selva se expande y desola la ciudad
Creo que todo ya ha sido dicho y derrochar en vano es inútil y mundano.
“Yo soy frágil como un cristal si falta usted a esta cita, mi amor”, sentenció Ismael Serrano.
Vallromanes, 12 de noviembre de 2018
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